martes, 20 de mayo de 2014

Cafeína: todo lo que no sabes acerca de ella y que tampoco te cambiará la vida si lo sabes

  La cafeína no sólo se encuentra de forma natural en el café, sino también en el té, la yerba mate, las nueces de cola, el cacao y el guaraná. Los que defienden que el consumo de té o mate es más sano que el de café porque contienen teína o mateína respectivamente, se equivocan. Teína, mateína, e incluso guaraná, son otros nombres para exactamente la misma sustancia: cafeína. Lo que varía según el origen, es el contenido. Las nueces de cola, por ejemplo, contienen hasta 3 veces más cafeína que los granos de café.

  Lo que también es variable y digno de considerar, en cuanto a efectos de los productos cafeinados, es el contenido en sus amigos fieles, la teobromina y teofilina.La teobromina es un vasodilatador que aumenta la cantidad de flujo de oxígeno y nutrientes al cerebro y músculos. La teofilina afecta principalmente a los bronquilos e incrementa la frecuencia cardiaca.

  Al contrario de lo que se cree normalmente, la cafeína no tiene en sí un efecto "activador", sino más bien un efecto "usurpador". Ya que existe un nucleósido llamado adenosina, que es el encargado de avisarle al cerebro que el organismo está cansado y le toca reducir su actividad neuronal. La cafeína, como es estructuralmente similar a la adenosina, se hace pasar por ella y bloquea los receptores de adenosina, lo que justifica su efecto estimulante.

  Aunque es verdad que la cafeína tiene un efecto anticelulítico, puesto que ayuda a reducir el tamaño de los tejidos grasos, la cafeína no se absorbe con facilidad por vía tópica.

    Por mucho que la ataquen, el consumo de cafeína en cantidades moderadas por parte personas de mediana edad (exceptuando embarazadas) no está asociado a consecuencias graves en la salud. El consumo excesivo de cafeína, a partir de 600 mg/día, lo que equivaldría a 6-8 tazas de café, puede dar lugar a ansiedad, migraña o arritmias cardíacas. El consumo letal está fijado en 10 g/día, unas 80-150 tazas de café, en función del tipo de café, tamaño, procesado, etc.

  Así que nada, a disfrutar de vuestro café, té o mate sin culpa, ¡que uno al año no hace daño!


lunes, 19 de mayo de 2014

El boom del vacío existencial

  Lo abundante cansa. Llegué a esa conclusión este mediodía en el súper, cuando me encontraba frente a una estantería con al menos 100 variedades de dulces y chocolates. Tenía hambre, tenía la posibilidad de comprarme alguno, y lo único que pensaba era: ¡A ver si inventan algo nuevo! Sí sólo hubiese encontrado un chocolate estándar a precio aceptable, posiblemente lo hubiera comprado. Pero en vez de eso perdí más de veinte minutos de mi tiempo observando y aborreciendo cada marca, y estorbándole al pobre reponedor. Al final me decidí por galletas.


  El contacto constante también cansa. Tengo agendados a grandes amigos en Whatsapp y llevo siglos sin escribirme con ellos. Hace 10 años tenía que gastarme unas 300 pesetas en el cyber para poder escribirles un E-mail, y otras 300 al par de semanas siguientes para ver que me contestaban, y ¡de verdad que lo hacía! Creo que no he podido vivir mucho de la época de las cartas... sí, esas de papel que venían en sobres, como las facturas, ¡qué bonitas eran! Pero claro, en estos tiempos que corren (y tanto que corren), a nadie le importa un cuerno ver noticias viejas escritas a mano, sino una respuesta digital inmediata, que te solucione el tema y no te haga pestañear mucho. Ha dejado de importar en absoluto lo que cuentes, sino simplemente que lo cuentes. Todo. A qué hora te has levantado, cuántos kilómetros has corrido, dónde estás viendo la Finale de la serie del año, los exámenes que has superado, y por supuesto, ¡lo bien que te lo estás pasando!
Da la sensación de que nuestra felicidad no es completa si no la posteamos. De que es en vano pasar las vacaciones de tu vida si nadie va a ver las fotos de tu viaje. De que no estamos seguros de que hemos hecho algo bien hasta que no tenemos la aprobación de los likes.

Eran tan felices que ni sacaron fotos.*

  ¿No os pasa, que abrís vuestra página de (inserte red social de turno) y sólo veis noticias de personas que apenas conocéis, sobre cosas con las que ni siquiera estáis de acuerdo, y que en realidad no os importan un pimiento? Pues a mí sí. Pero a pesar de ello, entraba una y otra vez. Por eso tomé la drástica decisión de desactivar mis cuentas de redes sociales. Siii, vaaa, puedo volver cuando quiera, pero en realidad espero no tener que hacerlo. Ahora me siento, de alguna forma, más humana. ¿Tampoco será el fin del mundo no?
Y el tema de las selfies... admito que yo también he caído alguna vez... pero, en serio, ¿qué nos pasa? ¿Donde está la gracia de fotografiarnos el careto y conseguir 874 megusta?¿De verdad investigamos e invertimos semejante montón de recursos en almacenamiento de datos para que se llenen de morritos?

  Siguiendo el tema de la abundancia agotadora, pasamos a las modas. Los "outfits", la música, los libros, las series... Las multinacionales ponen algo de moda y te bombardean visual y acústicamente por doquier. Y claro, como hay que estar a la moda para vender, escuchas el mismo single en 20 tiendas diferentes, ves el mismo bolso en los cuatro pubs que visitaste el útlimo mes, ves debates sobre el mismo libro en cada bendito blog. Empiezas escuchando rumores, comentarios... cuando te quieres dar cuenta el producto está en todas partes... y antes de que te puedas siquiera plantear tenerlo, ya lo tienes aborrecido, tú y todo hater viviente. Y llegando a la cumbre de la repulsión al producto, ¡surprise! llega el siguiente, en un ciclo cada vez más masivo y más corto. ¿Cómo es posible que nuestro sistema de consumo no nos haya matado ya? ¿De dónde demonios estamos sacando las materias primas? ¿A dónde va a parar todo ese volumen old-fashion?


    Y aquí lo dejo que bastante tenéis ya.


*Visto en alguna red social, no encuentro el autor.

domingo, 18 de mayo de 2014

Lost in redaction

  Llega un punto en la vida de una persona, en el que todo depende simplemente de uno. Ya no hay padres, ni que tiren de ti, ni que te frenen, no hay noche infinita antes del examen, no hay presión social dentro de tu grupo, no hay situaciones demasiado difíciles que justifiquen lo que no haces, pero tampoco grandes logros que prueben lo que haces. Estás solo en un universo de nada, y te toca decidir qué construir, cómo y POR QUÉ. Y te toca asumir que te vas a equivocar tomes el camino que tomes, vas a escuchar miles de telodijes, porquénomepreguntasteamís y algunos de esos desesperantes buenonopasanadas. Y sí, ese punto es un asco.

  Es un asco porque se te acabaron las excusas, porque ni tú mismo sabes qué narices pasa contigo. A tu alrededor todo marcha hacia adelante, y tú te encuentras bloqueado, confundido, avergonzado. Como cuando alguien comienza a explicarte las reglas de un juego complejo, y tú sabes que no estás entendiendo nada y vas a tener que escuchar la explicación una y otra vez. Es un asco porque tienes todas, absolutamente todas las herramientas externas para conseguir lo que quieras, y sin embargo aún no lo estás haciendo. Sientes una lucha interna insoportable, entre un tú que quiere ser alguien, llegar a la cima, alcanzar la felicidad, y un tú que busca cualquier distracción para quemar el tiempo, que piensa que mejor mañana, porque tampoco estás tan mal. Es un asco porque hay personas que nunca se darán el lujo de tener tu "problema", ya que están ocupados con temas serios, como tener algo con que darle de comer a sus hijos o liberarse del régimen esclavista de su país.



  En el caso de una conocida mía, ese punto le ha llegado aquí y ahora. Lleva una vida independiente que está bien, en un piso que no está mal, tiene una pareja aceptable y su situación familiar... ha peleado peores batallas. Tiene una carrera CASI terminada, con un casi que hace eco en cada rincón abandonado de la ciudad. Realiza trabajos que odia para ir tirando, pero lo soporta porque le ocupan poco tiempo. Y tiene un futuro predeterminado que muchos admirarían, pero a ella no le termina de convencer. Sabe que tiene amigos que la quieren, aunque siempre tiene esa sensación de que sus amistades no llegan al 100 %, de que no hace lo suficiente por ellos y que quizás sigan manteniendo la relación por costumbre. Procura zanjar las conversaciones sobre ella rápido, porque no tiene nada asombroso que decir al respecto, y no soporta ver las caras o emoticonos compasivos de sus allegados. Tiene sensaciones raras acerca del futuro. No es que le tenga miedo, sino tal vez un poco de aborrecimiento. No puede evitar soñar con días mejores, alucinantes, y a la vez esperarse una decepción, porque su yo interno que no la ve tan mal, sigue acaparando todo.

  Disfruta viendo series o películas, en las que la gente sólo vive la vida, hace el ridículo sin consecuencias, cumple con sus tareas por las mañanas desde bien temprano, porque por las tardes vivirá increíbles aventuras, que serán las que se grabarán. Porque nadie quiere ver a su protagonista favorito estudiando por largas horas o removiendo un arroz para el almuerzo. Ella se pregunta a veces, porqué no puede ser como esos personajes tan espontáneos, siempre con una respuesta creativa y que viven tantas coincidencias. Pero luego piensa... Ehh, sólo son personajes. Quizás ni siquiera los mismos actores son así de felices.

  No lo sé bien, pero creo que escribo esto como una especie de intervención para mi conocida. Espero que lo lea enseguida, que le ayude a ser sincera consigo misma y que se dé cuenta de que se trata de una situación patética, incluso triste, y lo más importante, de una situación INCOMPLETA. Incompleta y temporal, diría yo. Y sólo ella puede corregirla, mejorarla y cuando llegue al máximo, perpetuarla. Y ojalá que cuando llegue a ese máximo, a ese culmen de aceptación y superación, vuelva a leer esto y diga, "Sí, esa ERA yo". Que recuerde ese punto crítico con una mirada tierna de melancolía, pero entendiendo que salir de esa comodidad conformista y bochornosa era lo correcto, porque en ese momento, ella es francamente feliz.